La arena del Sahara enfría el planeta
El papel de la arena del desierto del Sahara que viaja hasta a América y frena el calentamiento del clima es uno de los estudios realizados por una expedición científica internacional, en la que ha participado el investigador español Antoni Rosell.
La expedición del Royal Research Ship James Cook, la expedición estuvo organizada por Holanda y en ella ha participado el investigador español de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antoni Rosell, con el fin de estudiar los procesos de transporte del polvo desde el desierto del Sáhara hacia América y sus propiedades en la atmósfera para influir o modificar en el cambio climático.
La expedición científica que atravesó el Atlántico transcurrió entre los meses de marzo y abril y es ahora cuando la investigación realizada comienza a dar frutos. El químico ambiental e investigador español, Antoni Rosell, habló con EFEverde para explicar algunas de las conclusiones de este estudio.
“El polvo en la atmósfera impide que llegue la misma cantidad de radiación solar a la superficie del planeta, al contrario que si la atmósfera estuviera totalmente limpia. Este sería unos de los papeles indiscutibles del polvo en suspensión”.
La dirección predominante del viento desde el Sahara es de este a oeste, cruza el Atlántico hasta llegar al Caribe y Sudamérica, aunque también se traslada a veces hasta Europa, donde recibimos polvo de este desierto y que vemos especialmente cuando llueve.
La función de enfriamiento del polvo que viaja por la atmósfera hacia América está producida por su color claro que refleja hacia el espacio las radiaciones procedentes del Sol, al contrario que pasaría con una superficie más oscura, como el hollín en el humo que absorbe más radiación y calienta mucho más.
El polvo del Sahara, efecto de “apantallamiento” o albedo
“El polvo del Sahara tiene este color relativamente claro que contribuye a este efecto de ‘apantallamiento’, expresión que seria la de un albedo” (porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre la misma).
Un albedo alto lo tendrían las superficies más blancas como la nieve y el albedo más bajo serían las superficies más oscuras como el mar, un bosque o una carretera.
“El Sahara, sin embargo, no emite siempre la misma cantidad de polvo, depende de la zona, y uno de los puntos emisores principales de este desierto es el lago del Chad, cuya existencia data de hace miles de años y que en la actualidad se encuentra seco. Esta zona que, desde sus antiguos fondos secos, provoca una emisión más abundante de partículas, más finas que las del resto del desierto africano y que pueden viajar más lejos que la arena”, manifestó Rosell.
El Sahara ha jugado siempre este papel de ser uno de los puntos principales de emisión de polvo, aunque “es complicado poder traducir en grados centígrados el enfriamiento que provoca, pero estamos trabajando en ello para poderlo cuantificar”.
Este fenómeno, desconocido hasta hace poco, ha podido ser evaluado a través de las imágenes de satélites que dan una visión de conjunto del planeta y “con las que hemos podido ver la dimensión del impacto que puede tener sobre el cambio climático. Además de que los científicos hemos estado hasta ahora sobre todo más enfocados a Norteamérica y Europa”.
Otro punto de emisión de polvo importante se encuentra en Asia, en el desierto del Gobi, y hay muchos científicos que se encuentran estudiando las consecuencias de estas emisiones que llevarían una dirección contraria a la del Sahara, hacia el Pacífico hasta Norteamérica, afectadas por otro cinturón de circulación de los vientos.
La arena del desierto también estimula la producción marina
A parte del efecto albedo sobre el clima, Rosell señaló que “también la arena en suspensión tiene otros efectos sobre la Tierra que pueden afectar al clima y uno de estos es el que puede llegar a estimular la producción marina, es decir, a cualquier organismo fotosintético”.
“Por ejemplo, sobre las algas unicelulares de las que se encuentran llenas las superficies de los mares, así como cualquier otro organismo que realice la fotosíntesis para la cual necesitan nutrientes”, subrayó Rosell.
Este polvo resulta un aporte de nutrientes que cuando llega al mar o a la Amazonía, que es una zona empobrecida en nutrientes, puede provocar un efecto de fertilización que estimula que las plantas capten CO2 de la atmósfera. De esta manera contribuyen a la disminución del efecto invernadero y actúan sobre la temperatura general del planeta.
La naturaleza tiene todos estos procesos, en los que unos contribuyen a enfriar y otros a calentar, que entre ellos se equilibran y que, a través del tiempo, explican las condiciones actuales que tiene el planeta.
“Pero los humanos cambiamos algunos de estos procesos, salimos del equilibrio en el que estamos y entramos en otro estado de equilibrio, aunque siempre nos encontramos en procesos de transiciones cambiantes”.
Para el investigador, el cambio climático está siempre sucediendo por definición porque el clima es un proceso en continuo cambio y su equilibrio siempre está cambiando incluso por la radiación que viene del sol.
“Si algo define al clima es el cambio constante, lo que pasa es que los humanos hemos cambiado el efecto invernadero globalmente. Y además hemos cambiado la distribución de los bosques, el color de la superficie del planeta, por la creación de zonas agrícolas, y hemos construido ciudades, lo que afecta al albedo global y a la temperatura del planeta”, concluyó Antoni Rosell.
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