Los chicles se han convertido desde hace tiempo en una fuente de contaminación y en la causa de infecciones estomacales y respiratorias. Además, han ocasionado daños a las calles, pavimentos, a la imagen de las ciudades y al medio ambiente.
Al ser una goma, el proceso de degradación del chicle es muy complejo y tarda varios años en desintegrarse por completo.
En Singapur, por ejemplo, se prohibió la venta de este producto por condenarlo como objeto de “daño público”, ya que el gobierno afirmaba que además de exponer la salud de la población, se invertía mucho dinero en despegar los chicles de las paredes de las calles, el metro, asientos, el suelo, o en cualquier lugar donde la goma de mascar se haya quedado pegada.
Al conocer esta situación que se vive sobre todo en las principales ciudades del mundo, una ciudadana de Reino Unido llamada Anna Bullus decidió emprender una acción para tratar de solucionarlo.
En el Reino Unido, las ciudades invierten un poco más de US$ 231 millones cada año para quitar el material pegajoso de las aceras, paredes y cualquier lugar escondido en el que alguien podría abandonar un chicle.
Anna estudió Diseño 3D en la Universidad de la Facultad de Artes y Humanidades de Brighton y propuso una solución que comienza a tener una presencia rosada y redonda en Londres: “Gumdrop”.
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