Sus paisajes que son tan hermosos como importantes para la biodiversidad y la conservación del agua, es una excelente opción para los amantes del ecoturismo y las caminatas de altura.
Es considerado por muchos como el ‘páramo más bello del mundo’. Su nombre: Páramo de Ocetá, ubicado en jurisdicción de los municipios de Monguí y Mongua, sobre la cordillera Oriental de los Andes Colombianos.
El recorrido se puede comenzar en Monguí (a 97 kilómetros de Tunja), tomando una carretera destapada, sobre los 3 mil metros de altura y por un camino ascendente en el que las huellas ancestrales de los indígenas, aparecen representadas en algunas imágenes precolombinas en piedra en lo que eran sitios de culto sagrado de los pueblos Muiscas que se asentaban en la región.
Los frailejones aparecen, primero las especies más pequeñas y a medida que se camina el entorno cambia hasta encontrar unos verdaderos “bosques” de la planta insignia de las altas montañas; por todo lado salen los hilos de agua que a medida que bajan las colinas se convierten en ríos que abastecen a varios municipios de la región.
Como reto deportivo, el sendero se puede recorrer en un día, pero si se quiere apreciar varios de los atractivos, se puede acampar, siempre teniendo mucho respeto por el ecosistema, ya que es demasiado frágil y su recuperación muy lenta: no hacer fogatas, recoger las basuras, no llevar mascotas y no coger plantas ni animales, son algunas de las normas de un senderista responsable. Cabe anotar que en Mongua y en Monguí se pueden contratar guías que harán segura la experiencia.
Pero no todo es naturaleza viva. En este sitio algunas formaciones rocosas denominadas Ciudad Perdida o de Piedra, brindan la oportunidad de hacer incluso algo de espeleología, cerca al mirador donde el paisaje se vuelve majestuoso, a una altura cercana a los 4.000 metros sobre el nivel del mar; con buena ropa y calzado para invierno se puede visitar en temporada de lluvia, donde la neblina sobre el valle de frailejones deja apreciar otra experiencia extrema.
Uno de sus principales atractivos es la Laguna Negra, ubicada en el municipio de Mongua, uno de los sitios de obligatoria visita. Está rodeada de varias cascadas de gélidas aguas cristalinas, en el espejo de agua es frecuente ver el pato peje y muchas especies de aves que al amanecer y atardecer conforman una ‘sinfonía’ natural de múltiples coros.
Ocetá hace parte de una de las mazas de páramo más grande de Colombia y está conectado al norte con los parques naturales de Pisba - Cocuy y al sur con el de Siscunsí; en este corredor viven especies endémicas y en vía de extinción como el cóndor andino, el oso de anteojos, el venado de cola blanca, frailejones, árnicas y líquenes entre muchas otras; en nuestro país existen cerca de 14 mil kilómetros cuadrados de estos ecosistemas frágiles y claves dentro del inventario medioambiental.
Al llegar a Mongua “Tierra del sol naciente”, sorprende la historia que se ha mantenido a través de la tradición oral, que narran el traslado de Bochica a Gamzá (hoy Gámeza), las hazañas de los pueblos aborígenes en defensa de su territorio en épocas de la conquista, la llegada de los evangelizadores Franciscanos hacia 1.555; en el pueblo se pueden encontrar artesanías confeccionadas en lana, productos de panadería tradicional y en algunos días platos típicos como el cocido boyacense y la gallina criolla.
Experiencia
El recorrido fue planeado para 3 días: Luis Lizarazo García, Leyder Andrés Forero y Laura Valentina Lizarazo Leal, de siete años que lo visitó por primera vez y en un video nos cuenta su experiencia y su perspectiva sobre el lugar; salimos de Monguí, acampamos dos noches sobre el páramo para terminar el recorrido en el municipio de Mongua; Valentina es una niña que desde hace dos años se ha venido preparando con expertos para realizar este tipo de expediciones en alta montaña.
No es recomendable para niños menores de 10 años debido a la exigencia y los riesgos de la altura.
LUIS LIZARAZO GARCÍA
Reportero gráfico
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