Un retrato-robot para incendiarios en España



España sufre cada año 15.000 incendios forestales, un 60 % intencionados. Descubrir al autor, que deja poco de él en la escena del "crimen", no es fácil, pero una herramienta de la Guardia Civil, el perfil criminológico del incendiario, ayudará a elevar la tasa de esclarecimiento de esos delitos.
Se trata de un “retrato robot conductual” para ayudar a los investigadores a resolver la autoría de los fuegos, que queman en nuestro país 100.000 hectáreas al año, como explica a Efe el capitán Andrés Sotoca, de la sección de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Unidad Técnica de Policía Judicial de la Guardia Civil.
Pese a las graves consecuencias de los incendios, apenas medio centenar de incendiarios cumplen condena en España, a los que ha entrevistado Sotoca y su equipo. El castigo penal en su tipo general es de cinco años de cárcel, pero puede llegar a veinte si se ha puesto en peligro la integridad de las personas.
Todo empezó cuando en agosto de 2006 una oleada de incendios asoló Galicia, hasta el punto de que llegaron a registrarse 43 siniestros en un solo día, lo que generó tal alarma que hasta llegó a sospecharse que detrás de los fuegos se agazapaba el crimen organizado.
La Fiscalía gallega tomó cartas en el asunto y ordenó profundizar en los aspectos criminológicos de este fenómeno ante la constatación de la dificultad que entrañaba cazar a los incendiarios forestales.

Definir los perfiles del incendiario
Con ese mandato, la Guardia Civil se puso manos a la obra, descubrió que en Portugal había un trabajo pionero y único en el mundo que incluía una compleja metodología para definir los perfiles del incendiario, y lo adaptó, completó y mejoró con la ayuda del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidad Autónoma de Madrid por encargo de la Fiscalía de Medio Ambiente.
Se trata de un sistema experto que, por ahora, contiene los detalles de 2.000 incendios ocurridos en España, y según las respuestas ofrecidas por el investigador a un exhaustivo cuestionario que abarca desde el lugar de inicio del fuego, la hora, el número de focos, las condiciones meteorológicas, el viento o los vestigios hallados.
Mediante un algoritmo matemático, el sistema ofrece el perfil del incendiario que más se ajusta.
En suma, subraya Sotoca -que acaba de defender con un sobresaliente cum laude una tesis en Psicología sobre el perfil del incendiario-, la herramienta ofrece al investigador información “muy operativa” y “pistas” para resolver la autoría del suceso.
Un “retrato robot conductual”, en palabras del capitán, para mejorar la eficacia policial en la resolución de los incendios. De hecho, ya se observa un incremento en el número de detenidos, que ha pasado de los 300 en 2010 a los 565 de 2014, último año con estadísticas.
Con esos 2.000 casos introducidos en el sistema -una muestra sin parangón en esta materia-, se concluye que el 39,8 por ciento de los incendios son por imprudencia leve (los autores se quedan en el lugar, avisan y colaboran en la extinción) y el 27,6 por imprudencia grave (el autor escapa del lugar y oculta su acción).
Mientras, el 18,3 por ciento son patológicos o “sin sentido”; el 9,4 tiene como finalidad la obtención de beneficios, y en el 4,9 el móvil es la venganza.
Y ¿cuál es el perfil del imprudente, del que quema aprovechamientos agrícolas y pastos, el protagonista de un fuego que sólo tiene un foco?.
El de una persona integrada personal, social y laboralmente, casada, con amigos, trabajador de campo, sin antecedentes penales y sin problemas psicológicos. Tampoco es consumidor habitual de drogas, define Sotoca. El imprudente suele reconocer su acción y la justifica diciendo que “se le fue la mano”.

Hombre desadaptado y solitario
Mientras, el retrato-robot del “sin sentido” (el fuego lo inicia en una pista forestal con varios focos en verano y por la tarde-noche), es el de un hombre de entre 34 y 46 años, desadaptado, solitario, que vive solo o con sus padres y en una localidad pequeña, muy cerca de la zona que prende.
Suele estar parado, tiene problemas psicológicos, es consumidor de drogas y con antecedentes policiales, ya que ha sido sometido alguna vez a vigilancia. Estará presente en las labores de extinción como mero espectador y no reconocerá su autoría.
El incendiario por “obtención de beneficio” (el fuego se inicia en una carretera y quema zonas dedicadas al aprovechamiento ganadero) tiene antecedentes penales por incendios u otros delitos, y no presentan alteraciones psicológicas.
La muestra de los fuegos que se provocan por venganza es aún pequeña y el sistema aún no ha podido determinar el perfil.
A todos ellos se unen los pirómanos, que, como explica el capitán, no deben confundirse con los incendiarios. Su número es poco significativo y se caracterizan porque disfrutan contemplando el fuego, tienen un deseo irrefrenable de quemar e, incluso, las llamas llegan a excitarle sexualmente. Una patología muy excepcional.
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