Todos los años, las aguas de Taiji, en la Prefectura de Wakayama, se tiñen de rojo con la caza local de delfines, tradición que ha sido condenada tanto por la crueldad animal como por los riesgos a los que se enfrentan los consumidores de carne de delfín, que contienen altos niveles de mercurio.
Sin embargo, en el país del sol naciente ni siquiera la Asociación japonesa de zoológicos y acuarios ha interferido con esta tradición, es más, en abril reafirmó su apoyo a la caza de delfines en la zona ubicada al oeste de Japón.
Como consecuencia la Asociación mundial de zoológicos y acuarios expulsó a Japón como estado miembro de la organización por considerar esta práctica como "cruel", indicando que la nación nipona ha violado su Código de Ética y Protección Animal al practicar de forma reiterada este tipo de pesca con "métodos crueles y no selectivos".
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